Ementa: Dossier: Entre la hegemonía cibernética y las emergencias socioambientales: investigando conflictos ontoepistémicos, prácticas de conocimiento y luchas tecnopolíticas (Mediações, vol. 29, n. 2 - 2024/2).

2022-06-01

Organizadores: Henrique Zoqui Martins Parra (UNIFESP) e Alana Moraes (IBICT-RJ).

La emergencia ecológico-sanitaria producida por la pandemia de Covid-19 remodela nuestra experiencia como especie. El colapso planetario y la crisis civilizatoria del incesante movimiento de modernización capitalista devuelven a la escena pública un conjunto de evidencias geohistóricas que hacen aún más tangibles los límites del “asentamiento erradicador” (Mbembe, 2020:126) inaugurado por la empresa colonial. El régimen racializado de asfixia y muerte diferenciada combinado con um nuevo ciclo de aceleración extractiva – de trabajo subalternizado, vida datificada, conocimiento y ecosistemas enteros – hizo de la pandemia un laboratorio tecnopolítico del capitalismo cibernético-extractivo, en sí mismo un producto directo de prácticas de simplificación extractiva y ecológica (Moraes, Parra, 2021). Además, el régimen de confinamiento aceleró la expansión del dominio de lo codificable, intensificando la corrosión de las infraestructuras colectivas y de cuidados.

Además de los grandes esquemas conceptuales que pronto surgieron para confirmar su contemporaneidad y relevancia frente al colapso, también existe una cierta intuición generalizada de que ni la política moderna y sus tecnologías de gobierno, ni la arquitectura ontoepistemológica de la modernidad, la ciencia y su funcionamento disciplinar, son capaces de ofrecer caminos más allá de aquellos que siempre nos hacen regresar al mismo “callejón sin salida”, como recordó Aimé Césaire. Simplificación ecológica, expropiación, desplazamiento forzado, contaminación, confinamiento, pandemias: el arsenal de la colonialidad es lo que permite y aumenta nuevas tecnologías de extracción y control más allá de la ya conocida “recolección de datos”, produciendo los medios mismos de vida social a través de la expansión de la tecnosfera, permitiendo así que la economía suplante, día tras día, la vida misma. Se produce, por tanto, un nuevo y sin precedentes avance sobre lo Común (en sus diferencias constitutivas e irreductibles) operado por dinámicas de extracción transnacional a escala planetaria: energía, bienes materiales, cuerpos y tiempo vital (GAGO; MEZZADRA, 2015; ROLNIK, 2019).

La emergencia ecológico-sanitaria producida por la pandemia de Covid-19 remodela nuestra experiencia como especie. El colapso planetario y la crisis civilizatoria del incesante movimiento de modernización capitalista devuelven a la escena pública un conjunto de evidencias geohistóricas que hacen aún más tangibles los límites del “asentamiento erradicador” (Mbembe, 2020:126) inaugurado por la empresa colonial. El régimen racializado de asfixia y muerte diferenciada combinado con um nuevo ciclo de aceleración extractiva – de trabajo subalternizado, vida datificada, conocimiento y ecosistemas enteros – hizo de la pandemia un laboratorio tecnopolítico del capitalismo cibernético-extractivo, en sí mismo un producto directo de prácticas de simplificación extractiva y ecológica (Moraes, Parra, 2021). Además, el régimen de confinamiento aceleró la expansión del dominio de lo codificable, intensificando la corrosión de las infraestructuras colectivas y de cuidados.

Además de los grandes esquemas conceptuales que pronto surgieron para confirmar su contemporaneidad y relevancia frente al colapso, también existe una cierta intuición generalizada de que ni la política moderna y sus tecnologías de gobierno, ni la arquitectura ontoepistemológica de la modernidad, la ciencia y su funcionamento disciplinar, son capaces de ofrecer caminos más allá de aquellos que siempre nos hacen regresar al mismo “callejón sin salida”, como recordó Aimé Césaire. Simplificación ecológica, expropiación, desplazamiento forzado, contaminación, confinamiento, pandemias: el arsenal de la colonialidad es lo que permite y aumenta nuevas tecnologías de extracción y control más allá de la ya conocida “recolección de datos”, produciendo los medios mismos de vida social a través de la expansión de la tecnosfera, permitiendo así que la economía suplante, día tras día, la vida misma. Se produce, por tanto, un nuevo y sin precedentes avance sobre lo Común (en sus diferencias constitutivas e irreductibles) operado por dinámicas de extracción transnacional a escala planetaria: energía, bienes materiales, cuerpos y tiempo vital (GAGO; MEZZADRA, 2015; ROLNIK, 2019).

La nueva gubernamentalidad algorítmica (Rouvroy; Berns, 2015) puede entonces  considerarse como una actualización tecnopolítica de un régimen extranjero y deslocalizado de control total, domesticación y ordenamiento del mundo de la vida (y no solo del trabajo, como ya lo han hecho innumerables estudios sobre el trabajo digital-plataformizado). Esta nueva tecnologia de poder tiene como “unidad de medida no al ciudadano ni al Estado-nación, sino a las poblaciones públicas a las que puede dirigirse en cualquier parte del globo” (Costa, 2021) y hoy tiene acceso irrestricto a um circuito de valor que sólo es posible extrayendo el valor añadido relacional, interaccional y psíquico promovido, gestionado y comercializado por las corporaciones que dirigen los entornos digitales en los que operamos.

Con el colonialismo comparte “el placer de la racionalización escandalosa, la pasión por la reducción, el disfrute del aplanamiento binario”. Como nos recuerda Flavia Costa, esta nueva forma de control busca no sólo saber qué hacen las personas y por qué, sino intervenir em sus comportamientos. Esto amplía la llamada racionalidad basada en datos: “Un nuevo régimen de producción de conocimiento en el que el procesamiento de datos a través de estadísticas avanzadas y modelos de predicción informan decisiones, acciones y relaciones” (Ricaurte, 2019:1).

Tomando prestada la semiótica de la “geología blanca” y su gramática de extracción, el capitalismo cibernético supo convertir em “datos” y “información” un conjunto de relaciones, afectos, creaciones, aprendizajes y producción del propio mundo social, al mismo tiempo que convierte una serie de ecosistemas minerales y sus gentes en “recursos”, ampliando las “zonas de sacrificio” del planeta en nombre de “progreso tecnológico” incuestionable. El truco de la gramática geológica, afirma Yusoff, fue imprimir al mundo una gran clasificación jerárquica entre seres vivos e inertes, y así neutralizar, pero también “desanimar” al mundo, como habla Aílton Krenak del colonialismo y sus modos de conocimiento.

Tomar al cibercapitalismo como heredero de la catástrofe ancestral (Povinelli, 2016) del colonialismo también se basa en la observación de que “para muchas regiones del Sur, de hecho, recrear vida a partir de lo inhabitable ha sido la condición predominante durante siglos” (Mbembe, 2021:26). Como sabemos, el colonialismo se justificó a menudo por uma supuesta “superioridad técnica” del mundo occidental que confería el
consiguiente deber moral de “civilizar” y “desarrollar” a los “salvajes”, “caóticos”, “lentos”, “ineficientes”.

Se puede pensar en el extractivismo como aquello que ofrece toda la gramática que garantiza la expansión de la colonialidad más allá de los regímenes propriamente coloniales, actuando como este “patrón de relación establecido como pilar estructural del mundo moderno, como base fundamental de la geografía y la civilización del capital, porque el capitalismo nace y se expande a través del extractivismo” (Araoz,
2016:15). El giro cibernético intensifica la suposición “de que la naturaleza está plenamente disponible para los procesos de recuperación, procesamiento y almacenamiento de información, posibles gracias a la máquina universal”.

En otra escala del problema, la noción de Tecnoceno utilizada por Hermínio Martins, permite analizar los procesos que hacen posible el Antropoceno desde uma perspectiva complementaria, en la que los efectos que produciría esta nueva era geológica resultarían de una agencia tecnológica que va más allá de los procesos
psico-socio-físicos-biológicos que constituyen el Homo sapiens sapiens. El autor sostiene que la trayectoria de nuestra especie se ha vuelto interdependiente y mutuamente promotora de la tecnificación y mercantilización; la combinación del desarrollo tecnocientífico con las dinámicas capitalistas de mercantilización promueven transformaciones radicales en la caracterización misma de los humanos, sus cuerpos y las instituciones que regulan la vida social, dando forma al Tecnoceno (MARTINS, 2018).

Como recordó Laymert García dos Santos, el cambio cibernético acelerado por la Segunda Guerra Mundial fue lo que dio a “la tecnociencia la función de impulsar una acumulación que tomará todo el mundo existente como materia prima disponible para el trabajo tecnocientífico”. Sin embargo, no se puede pensar en este impulso hacia una “dominación irrestricta de la naturaleza por el hombre” sin el repertorio de la colonialidad misma. En cierto modo, tal vez el “giro cibernético” pueda interpretarse como una “continuación de las narrativas de las plantaciones” (McKittrick, 2013) en la medida en que expresa la operación colonial que convirtió, como explica Sylvia Wynter (2003), el objetivo general de la redención espiritual y salvación eterna del orden feudal en una redención racional del dominio racializado.

Ya sea a través de intervenciones militares más directas cuyo objetivo declarado todavía pertenece al proyecto civilizador, de seguridad y de establecimiento de la paz, o a través de la producción de uma urbanización depredadora y financiarizada que reserva las regiones más degradadas y vulnerables a eventos climáticos extremos para las poblaciones más pobres, o incluso a través de la expansión de la tecnoindustria agroindustrial que se expande desplazando poblaciones, monopolizando activos naturales, provocando epidemias y promoviendo guerras químicas silenciosas. El capitalismo catastrófico fue capaz de articular, de una manera sin precedentes, un circuito distribuido de dispositivos cuya legitimidad está respaldada por una “aparentemente racionalidad funcional neutral” (FEENBERG, 2010). Como analiza Horácio Machado (2016) el ciclo neoliberal neoextractivista, “estamos hablando de un aumento, en escalas históricas sin precedentes, de la capacidad de disponer de capital sobre la vida en general y sobre el conjunto de
procesos y manifestaciones de la vida”.

En este dossier queremos convocar a investigaciones y reflexiones que abarquen algunas áreas de contacto entre los campos transdisciplinarios de los estudios del Antropoceno y el Tecnoceno. Estas intersecciones atraviesan estudios decoloniales, estudios de técnica y ciencia, reflexiones críticas sobre la cibernética tecnoautoritaria y sus regímenes de conocimiento, pero también se nutren de prácticas terranas de conocimiento que resisten creando otras posibilidades de vida que pueden ofrecer otras claves de investigación para comprender el capitalismo cibernético, su razón logística y el actual régimen ecológico de fracturación.

Tanto las luchas anticoloniales (o contracoloniales, como prefiere el pensador quilombola Nego Bispo), como las luchas colectivas que se abrieron con el Nuevo Régimen Climático, pero también las luchas epistémicas que irrigan las prácticas de conocimiento para la defensa de los territorios y de todas las entidades múltiples humanas y no humanas que los componen, enfrentan hoy el desafío de componer un fructífero campo de experimentos técnico-científicos. Lo que también podría ser uma perspectiva tecnopolítica decolonial que abarque reflexiones sobre el “decrecimiento”, el “postcrecimiento”, alternativas a los imaginários del “progresismo”, el “tecnosolucionismo” y el “aceleracionismo” que se presentan como el horizonte de la crisis de gubernamentalidad del capitalismo pós-pandémico. Como recuerda Bruno Latour (2021), haciéndose eco de una observación muy antigua sobre la gente en la Tierra: “detrás de la crisis política, estalla una crisis cosmológica”.