Ementa - Dossier: (Des)regulaciones de lo digital en la Democracia constitucional (Mediaciones, vol. 30, n.2 – 2025/2)"

2024-05-23

Organizadores:  Pedro Henrique Vasques (UNICAMP) y Lucas Baptista de Oliveira (Cedec y Flacso).

Tomamos como punto de partida que el modelo del derecho social, tal como fue elaborado por el constitucionalismo democrático, es central para el proyecto neocosmopolita de derechos humanos, y ha enfrentado impactos de dos órdenes interrelacionadas: la erosión de las condiciones políticas, económicas y sociales de su realización, provocada por la razón gubernamental neoliberal; y la emergencia de nuevos problemas, derivados de los cambios tecnológicos (Koerner et al, 2019). Por lo tanto, la experiencia práctica de los últimos años ha estado marcada por los efectos ambivalentes producidos por la omnipresencia de lo digital en la vida cotidiana, desde las rutinas personales, las interacciones sociales y económicas hasta las relaciones con el Estado.

En todos los sectores se puede señalar no solo la interrelación de los efectos positivos y negativos de lo digital, sino también la reconfiguración misma que este produce en las formas de acción e interacción, y en las modalidades de objetivación y subjetivación. Por ejemplo, si las tecnologías digitales han traído ganancias de productividad en las actividades económicas, también han generado nuevos dominios de actividad, provocado transferencias de riqueza, reconfigurado sectores enteros de la economía y modificado las formas de trabajo y las relaciones entre trabajadores. El desempleo masivo en algunas actividades, con efectos de precarización y degradación de las condiciones de los trabajadores, se combina con la creación de nuevas ocupaciones, que demandan perfiles y competencias propias. En el marco más amplio de la competencia entre sujetos emprendedores, corporaciones y Estados, la innovación tecnológica aparecería como una preocupación central en los esquemas de gobierno de las conductas sociales (Barry, 2001).

Los cambios no han sido menores en la política democrática. Se puede decir que la democracia constitucional se ve afectada en sus múltiples dimensiones –normativo-moral, jurídico-institucional, procesos decisorios, formas de acción colectiva, etc. Sus procesos políticos se transforman y se flexionan, con impactos decisivos, aunque inciertos, para su continuidad y existencia.

Un aspecto de este cambio es la emergencia de las llamadas liderazgos populistas, protofascistas. Las potencialidades abiertas por internet –para la información, la comunicación y las interacciones entre electores y políticos– mostraron inicialmente su potencial emancipatorio, particularmente para el fortalecimiento y profundización de la democracia. El voto electrónico, la descentralización de los medios de comunicación, la producción independiente de noticias en tiempo real, así como los controles por medios informáticos y la informatización de los procedimientos gubernamentales eran aspectos de una democracia participativa digital o e-government cuyos rasgos se volvían nítidos en los años 2000. Vale decir, la década de 2000 se caracterizó por el surgimiento de muchos sitios web y software centrados en interconectar usuarios y fomentar intercambios y vínculos sociales, así como en promover la creación y circulación de contenidos producidos por estos usuarios –sobre todo con la emergencia de las redes sociales (Gendler, 2021).

Pero la complejificación de las relaciones con lo digital, especialmente por el perfeccionamiento de los mecanismos de extracción de datos, permitió el desarrollo de estrategias de guerra híbrida, creando las condiciones para una pesadilla política (Zuboff, 2019). La constitución de burbujas de Internet y la producción y difusión masiva de noticias falsas prefiguraron la creación del llamado ecosistema de desinformación. Los procesos de formación de la voluntad democrática en la esfera pública, que podían ser análogos a un mercado controlado por oligopolios, se transfiguraron no en interacciones autónomas en espacios abiertos de comunicación, sino en campos de batalla conformados por las grandes empresas tecnológicas (big techs) en los que actores organizados, estatales o no, se enfrentan cotidianamente en múltiples espacios, apoyados por bots, algoritmos y otros instrumentos que, entre otros, intensifican y multiplican las intervenciones. La desinformación potencia prejuicios, contribuye a endurecer posiciones, intensificar polarizaciones y apoyos incondicionales a liderazgos que aparentemente emergen de la nada y se posicionan en las fronteras de la política democrática.

La ‘agonización’ (Mouffe, 2011) de las interacciones fue similar en el campo jurídico, donde los tribunales y otros actores jurídicos pasaron de ser ‘gestores’ del cotidiano de una sociedad competitiva a una posición de censores e interventores de enfrentamientos proto-políticos continuos. Los procesos de informatización de los tribunales e instrumentos jurídicos proporcionaron acceso amplio y barato a la litigación, trayendo la oportunidad para la argumentación y la negociación entre perspectivas de vida buena. Sin embargo, esta condición abrió espacio para conflictos repetidos, provocados por múltiples actores que adoptan estrategias complejas, en las que los tribunales se convierten en escenarios de enfrentamientos públicos reflejados y repercutidos en varios planos de interacción social. La utilización intensiva de la inteligencia artificial por parte de los diversos agentes judiciales y la adopción de procesos judiciales automatizados traen nuevas capas de problemas, planteando nuevas cuestiones de acceso, equidad y respeto al debido proceso legal.

Las primeras análisis de la inteligencia artificial acentuaban sus efectos perjudiciales para la agencia humana. Esto se daría debido al aprofundamiento de la desigualdad de capacidades, la brutal disparidad de recursos y los impactos de esas tecnologías sobre los procesos subconscientes de formación de los deseos, provocados por algoritmos orientados por los imperativos de acumulación de las big techs y de los gobiernos de los principales Estados (Eubanks, 2018; Morozov, 2018; Rouvroi y Berns, 2013; Srnicek, 2017).

La generalización del uso de algoritmos digitales, incluida la comunicación entre ellos, habría producido un efecto de refuerzo mutuo de la discriminación de los más pobres, de género, de etnia, y de patrones de comportamiento no convencionales. Tales mecan

ismos han creado un agregado normativo al margen de la ley –y a veces en contra de ella– que codifica el pasado, pero no construye un futuro según valores y elecciones explicitados y deliberados (Koerner et al., 2019). Investigaciones más recientes han adoptado la perspectiva de las interacciones y las prácticas, mostrando las tácticas de resistencia, de inversión de posiciones, de reversión de polaridades. Las apropiaciones diversificadas y las posibilidades de sentido se han convertido en un campo de batalla simbólico sobre las tecnologías digitales. (Lupton, 2019)

El punto de vista de la regulación algorítmica pareció inicialmente ventajoso para abordar estos desafíos, en la medida en que su doble sentido (regulación de los algoritmos por la autoridad y regulación por los algoritmos, produciendo normatividades preconscientes) indicaba desde ya el juego estratégico de creación, resignificación, reininvención, reversión de formas de regulación y resistencia. El término también indica la necesaria utilización de algoritmos –o artefactos/dispositivos digitales– para el control de la producción, operación y efectos de algoritmos problemáticos, lo que implica el problema regresivo de quién controla al controlador (Yeung y Lodge, 2019; Wischmeyer y Rademacher, 2020). Pero es necesario pensar más allá de la circularidad de los algoritmos y de su control, para tener en cuenta las condiciones estructurales (capitalismo de plataforma) o de racionalidad gubernamental que conforman la producción de lo digital. Complementariamente, los efectos de la regulación de la vida humana por los algoritmos no pueden simplificarse, pues aquí se ponen en juego tanto las actitudes burocratizadas provocadas por procesos repetitivos del cotidiano como, inversamente, formas variadas de resistencia (Koerner, 2021; Vasques, 2021).

Esta multiplicidad de campos, dimensiones, respuestas y estrategias implica el desafío de investigar y reflexionar sobre cómo relacionarnos con estos procesos. Se plantea el problema de elaborar los límites de la regulación, repensar los términos de control y las posibilidades de imaginar y promover esquemas de acción política, usos sociales de las tecnologías digitales y quizás promover una especie de democratización de los algoritmos. Se piensa incluso en sistemas informatizados compatibles con otros imperativos, disonantes en relación con la eficiencia competitiva, y que de este modo permitan otras relaciones con las formas de vida de la democracia constitucional.

Así, el expediente se propone recibir trabajos que analicen estas estrategias de ‘regulación algorítmica’ en y para la democracia constitucional. En el que la exposición de los efectos e implicaciones de las tecnologías digitales se trabaja desde el punto de vista de las formas de recepción, inflexiones, resistencias e imaginación de respuestas a los desafíos de esta nueva situación.